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La frustración en niños y niñas

La frustración en niños y niñas
enero 9, 2014

clinicayuremadelafuente

Los sentimientos son útiles para la supervivencia y la adaptación de las personas. Por eso debemos de atender y conocer cómo enfrentarnos a los sentimientos de nuestros hijos para enseñarles a autoregularse.

Una de las preocupaciones que expresan con frecuencia las familias con las que trabajo es cómo ayudar a sus hijos e hijas a ser más tolerantes frente a la frustración. 

Y me surge una pregunta estrella ¿qué significa para las familias ser más tolerante con la frustración? Me gustaría que todos aquellos que se planten con su hijo o hija una meta como esta, sean capaces de analizarla a fondo, de desagranar qué es exáctamente lo que quieren que sus hijos hagan con sus sentimientos:

  • ¿Que dejen de enfadarse cuando algo no sale como ellos desean?
  • ¿Que se enfaden por cosas «más importantes» y no por las que suelen enfadarse?
  • ¿Qué cuando se enfaden, sea cual sea el motivo por el que lo hagan, sepan cómo expresarlo sin daños?

Yo elijo esta última. Luchar por «elegir» qué tipo de cuestiones enfadan o molestan a unas personas u otras es tarea imposible, sean éstos niños o adultos.

Todos los niños y niñas sanos, al igual que los adultos, experimentan sentimientos de rabia, de ira, de tristeza, de miedo, de alegría…ante diferentes circunstancias que suceden en su día a día.

Las frustraciones se refieren a los sentimientos que se desencadenan cuando tenemos un impulso, un deseo o una necesidad que no podemos satisfacer. Querer que nuestros hijos sean «tolerantes con la frustración» puede confundirnos, llevándonos a pensar que las personas que lo son, son aquellas que no se sienten mal cuando algo no sale como ellos quieren o cuando no consiguen lo que desean. Con 3, con 6, con 12, con 18, con 30 o incluso a partir de los 50, las personas nos sentimos mal cuando las cosas no salen como queremos.

Y éste es un sentimiento natural que debe de ser respetado si lo que queremos realmente es ayudar a nuestros hijos a que expresen su frustración o cualquier otro sentimiento, de una manera no dañina para sí mismo o para su entorno.

Los adultos no les ayudamos de ninguna de las siguientes formas:

  • Negando sus sentimientos, cuando cuestionamos que se sientan de una u otra forma porque a nosotros, desde nuestro criterio adulto, nos parece una tontería el motivo por el que se desencadena ese sentimiento estamos poniendo una gran barrera para ayudarles.

«no entiendo cómo puede llorar por una tontería así», «hay que ver cuánta tontería tiene este niño que todo le molesta», «me tiene harto, siempre quiere salirse con la suya»…

  • Tratando de cambiar sus sentimientos hacia algo. Comenzamos así una «pelea» por cambiar la forma de sentir de nuestros hijos e hijas, cuando realmente lo que necesitan es que les acompañemos. Sentirse comprendidos permitirá que compartan sus sentimientos con nosotros, dando lugar a que podamos ayudarles a expresarlos de otras formas que sean más adaptativas y menos dañinas que pegar, insultar, agredir, tirarse al suelo…
  • Validando formas de expresar sentimientos que dañan a otros o que hacen sentirse mal a los demás. Pegar, morder, empujar…suelen ser las formas de manifestar el enfado más habituales en niños y niñas pequeñas. Es nuestra responsabilidad enseñarles que ese no es un comportamiento adecuado cuando una persona está enfadada.
  • Resolviendo por él sus dificultades. Cuando somos nosotros quienes le resolvemos aquellas situaciones que le preocupan, en lugar de animarle y apoyarle para que sea él quien las resuelva, o al menos quien se enfrente a ellas estamos medrando sus recursos. En algunas ocasiones logrará salir airoso, en otras aparecerá la frustración y el fracaso. En ambos casos, permaneciendo en la retaguardia podremos ayudarle a desarrollar cada vez más habilidades.

«Hablaré con la mamá de tu amigo para que te venga a buscar y así no llegarás tarde». En lugar de esto de resolverle, porqué no le preguntamos a él qué se le ocurre para evitar llegar tarde la próxima vez. 

  • Eliminando de su entorno todo aquello que le desencadena daño, sufrimiento o malestar. A medida en que los niños van creciendo nos encontraremos cada vez más con tareas, actividades o situaciones que no satisfacen los deseos o los gustos de nuestros hijos y que sin embargo deben de llevar a cabo. Aunque es cierto que muchas de ellas pueden ser adaptadas a necesidades, gustos y situaciones particulares de nuestros hijos e hijas para que resulten más atractivas, o que puedan ser realizadas en momentos del día en los que sabemos que el niño las hará de mejor humor.  Hablamos de tareas como hacer los deberes, acudir a las revisiones del dentista, madrugar para ir al colegio, lavarse los dientes después de comer, visitar a los abuelos, acompañar a papá a hacer la compra la tarde en la que mamá trabaja…

Cómo ayudarle con sus sentimientos:

  • Insistirles en que utilicen palabras y no acciones para expresar la ira.
  • Ayudarles a conectar sus sentimientos con los motivos. Descubrir qué es lo que está detrás de sus rabietas.
  • Hacerles saber que los sentimientos se pueden escuchar y aceptar pero que eso no cambia las circunstancias. 

Entiendo que ahora estés muy enfadado conmigo porque te dejo ver ahora la televisión, lo siento pero debo cumplir con nuestro acuerdo de ayer: hasta que no estén finalizados los deberes no se puede ver la tele». 

Ya sé que no te gusta ir a la compra, a mi tampoco me agrada pero no hay más remedio que hacerla, ¿qué crees que podríamos hacer para que fuese menos aburrida?

  • Enseñarles directamente que pegar a alguien no es una forma adecuada de descargar la ira y confrontarlo de forma directa. Debemos hacerle entender las consecuencias negativas que eso tiene para él.
  • Ayudar a los niños a decir QUÉ ES LO QUE QUIEREN. Frecuentemente se quejan y protestan por lo que no quieren y necesitan tu ayuda para poner palabras a lo que sí quieren.
  • Enseñarles con el PROPIO EJEMPLO. Los niños suelen hacer las cosas que nosotros hacemos, más que las cosas que nosotros decimos. Debemos mostrar en nosotros el modelo que queremos enseñarles a ellos.

Cuando estamos furiosos, cuando algo no sale como nos gustaría, digámoslo en voz alta. Enfadémonos abiertamente y digámosolo pronto, antes de estar realmente a punto de estallar. Una vez lo hagamos nos sentiremos más relajados, los niños acabarán comprendiendo que la ira, una vez expresada, va desapareciendo. 

Viñetas extraídas de: Adele Faber y Elaine Mazlish: «Cómo hablar para que tus hijos le escuchen y cómo escuchar para que tus hijos le hablen»

 

       

 

Para leer más:
  • Adele Faber y Elaine Mazlisch "Cómo hablar para que sus hijos

le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen».

  • Steve Biddulph "El Secreto del niño feliz".