Educar desde el cerebro
clinicayuremadelafuente
La perspectiva de los psicólogos y psicopedagogos en relación a cómo la educación modela nuestro comportamiento ha avanzado gracias a la investigación y a los nuevos conocimientos, muchos de ellos surgidos de las neurociencias.
Lo que ahora sabemos entorno al desarrollo infantil se desmarca de algunas teorías educativas basadas únicamente en el «control y a la modificación de conducta», utilizando de forma aislada estrategias como el refuerzo, las recompensas, el castigo…
Estos conocimientos, me refiero a los que nos otorgan las teorías conductistas del comportamiento, son necesarios e indudables (hay pocas cosas en psicología demostradas con tanto volumen de evidencia científica), sin embargo observamos con frecuencia que son insuficientes.
¿Cómo podemos favorecer una buena salud mental infantil?¿qué podemos hacer para potenciar su inteligencia emocional?¿cómo ayudar a un niño/niña nervioso, con ansiedad?¿qué hacer cuando un niño/niña vive una situación traumática como la muerte de un familiar?¿cómo ayudar a un niño/niña a elaborar un duelo infantil?.
Los niños, niñas y adolescentes necesitan a su lado de guías cercanos cuyo poder para ejercer como tal viene marcado por un vínculo afectivo fuerte y seguro («conectar para después redirigir»). Son estas guías en las que se apoyan para aprender a gestionar sus emociones y a controlar su comportamiento; limitando o cambiando éste cuando esto es necesario. Sin guías, sin vínculos, cualesquiera que sean las estrategias aplicadas, por maravillosas que sean, dejan de ser eficaces.
Daniel Siegel y Tina Pyne nos proponen el concepto de «cerebro integrado». De inicio, con ese nombre, parece un concepto complejo, en cambio y gracias a la publicación que os presento ya en las primeras páginas deja de parecerlo. Con un lenguaje sencillo, con ejemplos del día a día, nos traducen a la vida cotidiana algunas de las evidencias encontradas a través de las neurociencias sobre cómo ayudar a los niños y niñas en el desarrollo de un cerebro sano, integrando lo emocional como parte esencial de éste. Lectura muy recomendable tanto para profesionales, como para familias.
«Como padres estamos programados para intentar proteger a nuestros hijos de todo sufrimiento y dolor, pero en realidad eso es imposible. Nuestros hijos se caerán, se sentirán heridos y sufrirán miedo, tristeza y enfado. De echo a menudo estas experiencias difíciles son las que les permiten crecer y descubrir el mundo. Por tanto, en lugar de intentar ahorrarles las dificultades inevitables de la vida, podemos ayudarlos a integrar esas experiencias en su visión del mundo y aprender de ellas. La manera en la que nuestros hijos dan sentido a sus jóvenes vidas no solo tiene que ver con lo que les ocurre sino también con la respuesta de sus padres, maestros y otros cuidadores.» Daniel Siegel