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La maternidad y tú

La maternidad y tú
marzo 25, 2020

clinicayuremadelafuente

Cuando en consulta se suceden más y más casos de madres que tras sacar adelante a sus hijos o hijas en los primeros años, de repente, cansadas, agotadas, exhaustas…¿deprimidas? buscan ayuda para impulsar un cambio que les devuelva «a ser lo que eran». Toca entonces un primer paso, el más duro, el de ayudarlas a aceptar una realidad…

Que la maternidad transforme a la mujer (y la paternidad al hombre) no es negativo. Es la forma en la que vivimos, interpretamos y nos adaptamos o mejor dicho no conseguimos reajustarnos y adaptarnos a ésta la que puede convertirlo en problema.Un verano, reflexionando sobre estas cuestiones, pregunté a mi entorno cercano ¿qué significa para tí ser padre?¿qué significa para tí ser madre?Elena Domingez Béjar, amiga, madre y psicóloga pensó en que le vendría bien escribir sobre ello. Os dejo con un resumen de sus reflexiones, francamente interesantes e instructivas para todas las que SOIS MADRES.Desde el origen de los tiempos el arquetipo de la madre se ha venido conectando a nivel social y personal con el paradigma de la renuncia.

  • Unas madres renuncian a “su vida”: a su tiempo, a su ocio, a su espacio personal, a su desarrollo profesional…
  • Otras renuncian a sus hijos cuando no les queda otra opción que ponerlos en brazos ajenos.

La mayor parte de las madres, deben convivir con ambas. Las dos, formarán parte de sí mismas.El denominador común, el sentimiento que surge: LA CULPA. Sentimiento parásito que conecta con el miedo existencial y tiene un importante componente de género: a las mujeres se nos educa a través de la culpa. El rol de género por antonomasia es el “ser madre”: entregada, dadora, sostenedora, apaciguadora, bondadosa y perfecta.Debes tener en cuenta que ningún tipo de renuncia es gratuita, para poner en una parte, quitas a la otra.La “MADRE BUENA” tendrá que aprender a poner límites, a cuidarse, a protegerse para no devorar sus propios impulsos vitales en el resto de las áreas de su vida. Si no lo hace, es altamente probable que la frustración, la rabia y la apatía vayan a menudo por su casa de visita.

Cuando la rabia viene a visitarnos solemos ponérsela de frente a aquellas personas con las que más tiempo pasamos, que efectivamente en el caso de las “buenas madres” serán los hijos.

Si tienes una red protectora que te da sustento el ejercicio de la maternidad se vuelve espacio de desarrollo y crecimiento de forma amorosa. Si no lo tienes, toda la responsabilidad va a recaer en una persona y es probable que la carga se vuelva demasiado pesada.En el otro extremo está la «MADRE MALA»: la madre que entrega a los hijos al cuidado ajeno, la madre ausente, la madre egoísta. También hay juicio para ella. También hay unas repercusiones en el desarrollo de la personalidad de los hijos. También hay unos motivos ocultos (con sus respectivas justificaciones sociales) y un papel muy importante del entorno como soporte para mitigar esa ausencia maternal. Son tantos los posibles resultados de las infinitas combinaciones de estas variables que no voy a pararme a hacer una exploración pormenorizada.

Sea cual sea el motivo, el eje común de este extremo podría ser la “necesidad” (real o justificada) de pasar tiempo sin los hijos. Y aquí podríamos englobar tanto a los hijos de madres humildes donde no queda otra que el esfuerzo y el trabajo físico contínuo para cubrir las necesidades biológicas primarias, como a aquellas madres que perteneciendo a las “altas esferas” pueden costearse a la mejor nany del mundo.Como tantas “cosas” en la vida, la clave para el desarrollo y el crecimiento personal y social está en saber hallar el equilibrio, y esto podemos conseguirlo si podemos ubicarnos en un pensamiento no dual o dicotómico. Así hoy la ciencia y los especialistas en vínculo nos insisten «hay lugar necesario e imprescindible para una parte de imperfección materna/paterna a partir del cual el niño va creando su propio espacio interno que le permitirá, en el futuro, aprender a tolerar frustraciones, que de contar con la «madre perfecta» no podría conseguir. Si mamá está ausente no permite la base de seguridad, si mamá es perfecta no permite el espacio interno y cuando falta mamá el niño siente algo así como “se me viene el mundo encima” porque no ha tomado contacto con sus propios recursos de afrontamiento. He de decir que este concepto se convirtió en bálsamo para mis propias culpas cuando pude integrarlo de verdad.

Renunciar a la crítica y a los elogios sería lo más productivo en este espacio de nuestras vidas que dedicamos a la maternidad, porque todas las demás renuncias vienen sin pedirlas. Está bien ejercitar la capacidad de auto-observación y poder establecer límites adecuados. Cuando una madre se siente segura y protegida por sí misma (y “de si misma en muchos casos también”) en lugar de permitir ser elogiadas o juzgadas desde fuera, su maternaje será más auténtico. Solo de esa forma, se puede encontrar a la “madre auténtica”, que permitirá el desarrollo y crecimiento personal y ajeno de una forma sana, repercutiendo esto en su propia salud, en la de sus criaturas y también en buena parte de su comunidad.

Elena Domínguez Béjar, madre y psicoterapeuta.